Teatro: OJOS QUE NO VEN

OJOS QUE NO VEN

Siempre digo que suelo ir al teatro sin saber de qué trata la obra que me dispongo a ver. Y es que, normalmente me gusta ir a ciegas para así no crearme expectativas ni ideas preconcebidas en mi cabeza. Aunque en esta ocasión, con Ojos que no ven lo tenía bastante complicado porque lo mio con este montaje creo que es lo que puede considerarse un flechazo, un amor a primera vista, uno de esos que se te clavan en el pecho y ya no se van de tu cabeza… Y si a eso le sumas, que cuando me enteré que iba a poder disfrutarla en directo, lo haría además, en uno de los teatros más bellos que conozco como es el Teatre Principal de Valencia, la ilusión ya se me fue de las manos…

En este texto, Natalia Mateo usa el humor para hablarnos de las mentiras, de aquellas que se dicen para no hacer daño. Pero también nos habla de las verdades, de esas tan dolorosas que se dicen sin pensar en las consecuencias que tendrán en sus destinatarios. Nos habla de los secretos familiares, de esos que ya son tradición en cualquier familia y de aquellos que llegan como novedad. También nos habla de los que guardamos para no ser juzgados y de aquellos que preferimos no decir para no crear un abismo entre las personas que queremos… Secretos y verdades que todos guardamos pero que tarde o temprano todo el mundo presiente que van a terminar explotando. Y sobre todo, creo que al final, habla del respeto hacia la vida de cada una de las personas y de esas batallas que todos libramos por dentro en algún momento.

Y para darle vida a este montaje, nos encontramos con la dirección rápida, ágil y maravillosamente bien medida de Carles Alfaro, que a través de un elenco formado por Mamen García, María Maroto, Mariola Fuentes, Javi Coll, Cecilia Solaguren, Jorge Roelas y Álvaro Fontalba nos presenta a una de esas familias (en la que todos podemos ver algo de propio) que deciden reunirse durante la Nochebuena, a pesar de que quizás no sea el mejor de los momentos para ello.

Y yo de Ojos que no ven saco muchas cosas y para mí, todas son bonitas. Comenzando por conocer a nuevas amantes del teatro desde el patio de butacas (algo que vaticinaba que la tarde sería mágica) y porque creo que no hay nada más hermoso que hacer reír a los demás, y pocas cosas tan generosas como el trabajo de los artistas de teatro, aquellos mismos que se suben a las tablas para hacernos disfrutar ya sea a través de un drama o haciéndonos reír en un día del que quizás pensábamos que no sacaríamos nada bueno. Y Ojos que no ven es eso, es ver a siete intérpretes sobre las tablas, repito: siete (con la heroicidad que conlleva hoy en día levantar un montaje con un elenco tan numeroso). Y son siete artistas equilibrados entre sí y remando al unísono para traernos un texto que está hecho para hacernos disfrutar. Y ellos lo hacen sin descansar, sin perder el ritmo y sin desconcentrarse a pesar de las dificultades que a veces ciertos espectadores les siguen presentando al no guardar silencio o mantener los móviles apagados durante la función…

Por eso para mi es tan especial y grande esta comedia, porque llevamos solo quince días de 2023 y yo tengo la suerte de haber comenzado el año riendo con una obra divertida, a través de un texto de una directora a la que admiro como es Natalia Mateo y pudiendo disfrutar por fin en directo de artistas a los que llevaba mucho tiempo deseando ver sobre las tablas como son todos y cada uno, de los que aparecen encabezando el cartel de esta función.

Así que podría deciros muchas más cosas bonitas de Ojos que no ven, como ese inicio tan bello entre dos actrices de la talla de Mariola Fuentes y Mamen García, a quienes a pesar de las carreras que cada una lleva a sus espalda, yo todavía no me había podido cruzarme con ellas en ningún patio de butacas. O, volviendo a la generosidad y talento, podría hablar también de María Maroto, a quien tuve la suerte de tenerla como invitada cuando estrenaba la obra a finales de 2021 y quien para mi, da vida a un personaje complejo y con la grandísima dificultad añadida (Cuidado Spoiler) de tener que transmitir y hacernos reír, casi sin hablar durante todo el montaje. Algo que no solo consigue con creces, sino que además, a mí personalmente, también me conquistó con su talento como actriz.

Para mí, Ojos que no ven es una obra que divierte de manera continua y lo hace usando un humor irónico y ágil. Noventa minutos que pasan sin mirar el reloj y que si fuera una película, sería de aquellas que no dudarías en ponértela en uno de esos días en los que sabes que esa peli en concreto, es la que te va a hacer bien y te va a sacar la sonrisa que tanto necesitas ese día. Pues yo con este montaje lo mismo, repetiría sin dudar una y más veces.

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