Martes Clásicos: Plácido

placido

Como ya se respira Navidad allá por donde vayas, desde en el Patio de Butacas nos hemos tomado la libertad de hacer nuestros Martes Clásicos un pequeño especial de las películas navideñas que han hecho historia en nuestro cine. Así que tras La Gran Familia llega el turno de Plácido, un espíritu navideño muy diferente al que reinaba la semana pasada.

Plácido nos muestra la historia de un pobre hombre, propietario de vehículo con el cual se gana la vida para mantener a su familia, que lo único que quiere es pagar la letra del banco para no tener más problemas y poder pasar la Nochebuena en paz. En su intento se encontrará con mucha gente que en la gala de Ponga un Pobre en su Mesa encontrará la excusa para hacer lo que a ellos más les convenga, poniendo como pretexto el espíritu navideño, pero sin dejar de pensar en ellos mismos.

Una película estrenada en 1961 surgió de una campaña promocionada por el régimen franquista que se basó en el lema «siente un pobre a su mesa», lema que iba a servir como título a la cinta hasta que la censura de la época les obligo a recurrir al nombre del protagonista. En ella se refleja lo hipócrita de la burguesía de la época que utilizaba lo que pretendía ser una obra destinada a ayudar a los mas desfavorecidos para limpiar las conciencias de los más acaudalados.

Esta obra del director Luis García Berlanga, donde vuelve a colaborar con el guionista Rafael Azcona, podemos encontrar a un novato en el ámbito cinematográfico como protagonista del film, Cassen, un humorista de la época que se convirtió en una apuesta ganadora del director para esta ocasión. Aunque la verdad es que estaba muy bien flanqueado, ya que acompañando al protagonista tenía a dos clásicos de nuestro cine como Manuel Alexandre, como su cuñado y José Luis López Vázquez como el hijo del dueño de un negocio local.

Plácido es una muestra de la cara más oscura del espíritu navideño de la gente, donde se demuestra que muchas veces detrás de una buena acción siempre hay la espera de una recompensa. Y ¿qué mejor manera de verlo que a través de la visión de Berlanga?

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